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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

4 de abril de 2009

Esencia de la Herejía Progresista (4)


por el R.P. Fr. Alberto García Vieyra, O.P.

Tomado de La Quimera del Progresismo,
Colección Clásicos Contrarrevolucionarios,
Buenos Aires, 1981
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LA NUEVA TEOLOGÍA

a esencia del Progresismo Católico consiste en un falso sobrenaturalismo con graves afinidades a las proposiciones condenadas de Miguel du Bay (Bayo) por San Pío V (a. 1567).La temática reaparece a raíz de la negación de la naturaleza pura, por Henri de Lubac, la reciente teología protestante de Bultmann y las tendencias agnósticas, existenciales e historicistas de la filosofía.
Sobre este asunto ya nos ocupamos en la revista Roma N? 36. No repetiremos lo expuesto entonces.
Los errores de Bayo se insertan en las controversias post-tridentinas sobre la naturaleza y la gracia. Estas cuestiones han vuelto en nuestro tiempo.
En Sumaturel (1946), el P. Henri de Lubac niega la distinción entre Dios autor del orden natural y Dios autor del orden sobrenatural. Precisamente es la concepción de Miguel du Bay.
Bayo reconoce un triple estado de la naturaleza: inocente, caída y reparada. No reconoce estado de naturaleza pura.
Dios hizo al hombre recto. Esta rectitud no puede concebirse, según Bayo, sin la inhabilitación del Espíritu Santo. Sin Él, el alma no es viviente sino muerta. Viene ahora el problema: si esa rectitud es natural o sobrenatural. Responde: Los dones de la justicia original no constituyen una exaltación gratuita de la naturaleza humana, que pasaría así de un estado inferior a otro superior, sino su condición natural.
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4 de Abril, Festividad de San Isidoro de Sevilla, Obispo y Doctor







aría falta un grueso volumen para dibujar la figura prócer del español que más ha influido en el mundo por el brillo de su ciencia y el calor de su santidad; pero bastarán unas líneas para recoger lo más saliente de su personalidad como español, como hombre de ciencia y, sobre todo, como santo.Nació Isidoro muy probablemente en Sevilla, hacia el año 556, poco después de haber llegado allí sus padres, que habían huido de Cartagena para no pactar con los intrusos bizantinos de Justiniano. Fue Isidoro el menor de un matrimonio de cuatro hijos, Leandro, Fulgencio, Florentina, aureolados todos con la corona de la santidad.Bajo el mecenazgo de San Leandro —electo obispo de Sevilla en 578—, fue educado el joven Isidoro en la piedad y en las ciencias, dedicándose especialmente al estudio de las tres lenguas consideradas en aquel entonces como sagradas: el hebreo, el griego y el latín. Era natural que su hermano mayor pusiera todo su interés en cultivar la personalidad de Isidoro en todos los órdenes, moviéndole a ello, según su propio testimonio, el gran afecto que le profesaba y cuyo amor, decía, "prefiero a todas las cosas acá abajo, y en quien descanso con el más profundo cariño". Había Leandro fundado un monasterio en Sevilla y retenía en sus manos la dirección espiritual del mismo. Al cenobio acudían jóvenes de toda la Península atraídos por la fama de su fundador, pero mientras algunos gozaban de un régimen de internado bastante suave, por no aspirar ellos a la vida claustral, otros eran sometidos a una disciplina más rigorista. Ya desde el principio determinó San Leandro que su hermano siguiera en todo la vida regular, y que se le sometiera a la educación severa y rígida reservada a aquellos que aspiraban a abrazar la vida monástica.
Aquella vida de mortificaciones y de renuncias había inclinado el corazón de Isidoro a vestir el hábito monacal. Un día, joven todavía, recibió de San Leandro el santo hábito y rodaba por el suelo su hermosa cabellera, que el santo obispo cortaba mientras pronunciaba las siguientes palabras deprecatorias: "Sea de vida laudable. Sea sabio y humilde. Sea veraz en la ciencia. Sea ortodoxo en la doctrina. Sea solícito en el trabajo, asiduo en la oración, eficaz en la misericordia, fijo en la paz, pronto para la limosna y piadoso con los súbditos". La súplica del obispo en favor del joven novicio fue escuchada en el cielo, que en adelante dirigió los pasos del nuevo monje hacia el sublime ideal religioso tan hermosamente sintetizado en las mencionadas palabras de la antigua liturgia española.
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3 de abril de 2009

La Caballería: la Fuerza Armada al servicio de la Verdad desarmada (6)





por el R.P. Alfredo Sáenz, S.J.


La Caballería
Ediciones Excalibur, Buenos Aires, 1982




III. QUIEN CONFERÍA EL ORDEN DE LA CABALLERÍA

a hemos aludido a aquel viejo proverbio según el cual "nadie nace caballero". Hemos dicho, asimismo, que, en principio, incluso a los plebeyos se les podía conferir la Caballería, por su valor y su especial abnegación. Si era cierto aquello de que "La Caballería confería nobleza", resultaba obvio que la manera de ser ennoblecido sin títulos previos fuera justamente el ser armado caballero. La institución suscitó, naturalmente, el anhelo entusiasta de la mejor juventud. Francisco Bernardone, hijo de un comerciante de Asís, soñó a los veinte años con llegar a ser caballero. El atractivo esplendoroso de tal título tuvo por cierto mucho que ver con el fervor que tantos jóvenes pusieron en lanzarse a la Cruzada. La Caballería se bebía de generación en generación. "Don Galaor —leemos en Amadís de Gaula—, que con el ermitaño se criaba, como ya oímos, siendo ya en edad de diez y ocho años, hízose valiente de cuerpo y membrudo, y siempre leía en unos libros que el buen hombre le daba de los hechos antiguos que los caballeros en armas pasaron; de manera que cuasi con ello, como con lo natural con que naciera, fue movido a gran deseo de ser caballero" (50).
El jóven candidato esperaba su ingreso con entusiasmo impaciente. Era su idea fija, su gran ideal. ¿Cuándo seré caballero?, se decía el escudero. Y el caballero decía a su mujer: ¿Cuándo nuestros hijos llegarán a ser caballeros? La Caballería era el sueño, la meta. Esas generaciones tenían el tormento, la pasión de la Caballería.¿A quién pertenecía el derecho de crear nuevos caballeros? ¿Quién hacía de consagrador?
En los comienzos de la Caballería, todo caballero tenía el derecho de hacer caballeros, según parecería deducirse de esta recomendación de Lulio: "Tampoco un caballero debe armar caballero si ignora la Orden de Caballería, porque es desordenado el caballero que hace otro caballero sin saberle enseñar las costumbres que pertenecen al caballero" (51).
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3 de Abril, San Ricardo de Chichester, Obispo y Confesor





l siglo XIII comienza en Inglaterra de modo humilde y oscuro y termina de modo esplendoroso. El secreto de este cambio debe hallarse —al menos desde el punto de vista de la historia eclesiástica— en la influencia de la predicación religiosa y en el ejemplo de austeridad de un gran santo.El clamor de la predicación de los dominicos españoles despertó el letargo de los monjes ingleses y transmitió también directamente elementos de cultura debidos a la actividad personal de los hijos de Santo Domingo.

Pero la vida inglesa de principios del siglo XIII no se caracteriza solamente por la ignorancia y superstición en el pueblo, sino también por la ambición en los nobles, el regalismo del trono, el lujo desmedido en los jerarcas eclesiásticos y la apatía y relajación en los monasterios.

Entre el reinado de Juan —Felipe Augusto— y el de Eduardo I hay un paso trascendental. Se pasa de una época de ignorancia colectiva a otra de predominio universitario. Se corrigen excesos autoritarios, se estimula el espíritu de actividad intelectual y se impone en la vida cristiana y en los señores eclesiásticos una mayor sobriedad de costumbres. Entre esas dos épocas hay un período, que es el reinado de Enrique III; pero quien ha suscitado en gran parte esta evolución y este cambio, radicado en el sentimiento religioso de aquella sociedad, es un obispo inglés descendiente de una familia de sencillos labradores: San Ricardo.

Sus virtudes características podrían reducirse a estas tres palabras: austeridad, caridad y energía.

En medio de una sociedad en que los obispos eran "lores" y amantes de las grandezas humanas y los monjes abundaban en la prosperidad y hasta en el lujo, él pasó hambres, amó y practicó la pobreza, se vio desprovisto incluso, de casa en que vivir y por fin murió en un hospicio para sacerdotes pobres y peregrinos.
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El Ejército y la Revolución Nacional







Discursos del Dr. Antonio de Oliveira Salazar




CAPITULO VII

El Ejército y la Revolución Nacional





La oficialidad del Ejército y de la Marina, deseosa de testimoniar su reconocimiento al Sr. Oliveira Salazar por la obra extraordinaria realizada desde el Mi­nisterio de Hacienda, abrió una suscripción para regalarle las insignias de la Gran Cruz de la Orden de la Torre y de la Espada. En el acto de la entrega, ve­rificado en la Sala del Consejo de Estado el día 28 de Mayo de 1932, pronunció el entonces Ministro de Ha­cienda un discurso en el que, luego de dar las gracias por el homenaje, desenvolvió el tema de la parte que había de corresponder al Ejército en la responsabi­lidad por la ejecución del movimiento inspirador de la revolución nacional. Coincidió el discurso con la publicación del proyecto de Constitución.

No constituye ofensa para nadie reconocer que los desastres morales y materiales de las últi­mas décadas llevaron al último límite la deca­dencia de la Nación Portuguesa. En la política, en la administración, en la economía pública yprivada se advertía el mismo espectáculo de desorden permanente, con la natural conse­cuencia del desprestigio interno y externo del Estado. Todos aquellos por cuyas manos hayan pasado, por un motivo o por otro, los casos más salientes de este período de envilecimiento, pue­den atestiguar cuanto había de vacío, de parasi­tario, de ficticio, en la administración pública, en los asuntos comerciales, en la industria, en la banca y en la finaliza, en la vida social. Puede decirse que habían desaparecido de la vida por­tuguesa la seriedad y la justicia. La indisci­plina era, en consecuencia, general.Al igual que en todas las épocas parecidas, sobre la masa confusa de la población que se afana y que con la fatiga del trabajo apenas advierte las deficiencias de la vida colectiva, vimos generalizarse los dos tipos más vulgares de todas las decadencias: los beneficiarios del desorden, que extendían las redes de sus nego­cios, explotaciones y compromisos, poco claros y poco limpios; y los que del simple disgusto por la marcha de las cosas van pasando a la indife­rencia y al escepticismo. Entre ambos, queda­ban arrinconados, sin fe en el resurgimiento de la Patria, muchos de los mejores valores de Portugal.En tales circunstancias, desorganizadas y en trance de disolución todas las fuerzas sociales, el mayor problema era encontrar el punto de apoyo para la reacción salvadora.

El Ejército, quebrantado por las inclemen­cias de los últimos tiempos — la guerra, las re­voluciones y las reformas, — no es aún lo que todos deseamos que sea; mas por exigencia de su propia constitución vive apartado de la po­lítica, sometido a una jerarquía y a una disci­plina, sereno y firme, como prenda del orden público y de la seguridad nacional. Esa misma superioridad de disciplina existente en una fuerza organizada en nombre del honor y del destino de la Patria, era el único factor capaz de apartar, con el menor número de convulsio­nes y peligros, los obstáculos elevados por los artilugios existentes, y apoyar al Poder Nuevo, empeñado en la obra de salvación y resurgi­miento de la Patria.

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2 de abril de 2009

Argentino: cada día un dos de Abril





Capitán Pedro Giacchino, primer soldado argentino muerto en la reconquista de las Islas Malvinas.
2 de Abril de 1982


“SEÑOR, RECIBE EN TU SENO A ESTE SOLDADO, QUE TIENE COMO MÉRITO SUPREMO EL HABER DADO LA VÍDA EN DEFENSA DE LA PATRIA".





"DULCE ET DECORUM EST, PRO PATRIA MORI"

2 de Abril, Festividad de San Francisco de Paula







l alborear el 27 de marzo de 1416, en un caserío de Paola, pequeño centro urbano del reino de Nápoles, hubo un gozo desbordado. Santiago de Alessio y su esposa Viena contemplaron embelesados la sonrisa de su primogénito, ardientemente deseado por espacio de tres lustros. Convencidos de haberlo obtenido del cielo por intercesión del serafín de Asís, le impusieron el nombre de Francisco. La leyenda aureoló las sienes del recién nacido con guirnaldas de poesía y de música. Una luz esplendorosa rasgó las tinieblas de la noche. Se oyeron en los aires armonías misteriosas. ¡Feliz presagio! Francisco disiparía las tinieblas que ensombrecían el momento histórico en que le tocó vivir con los rayos luminosos de su santidad de taumaturgo, y apaciguaría los ánimos enconados con el acento persuasivo de su voz de profeta.En el regazo de la madre el niño aprendió a conocer a Jesús y María, que serían los amores de toda su vida. Sus primeros silabeos tuvieron sonoridades de oración, y fueron actos de virtud sus primeras acciones infantiles. También aprendió a leer. Las primeras letras constituyeron todo su caudal de cultura en una época de espléndido renacimiento. Una alevosa enfermedad amenazó su vista; mas, antes de que perdiera la posibilidad de contemplar las bellezas de la creación, sus padres le ofrecieron a San Francisco de Asís y el milagro se obró. Contaba el niño trece años cuando, en 1428, a fuer de agradecido y cumpliendo el voto, se vistió de oblato en el convento franciscano de San Marco Argentano. Y en esta escuela perfeccionó el silabario de su futura providencial actuación. Los frailes entreveían gozosos en el ejemplar jovenzuelo un perfecto dechado de vida franciscana. Mas muy otros eran los designios de Dios.Concluido felizmente el año de oblación, Francisco retorna a la casa paterna y muy luego emprende una peregrinación a los lugares franciscanos de Umbría. Allí, tras las huellas del Pobrecillo, se disiparon las últimas dudas sobre su peculiar vocación de soledad y penitencia. Durante el viaje el joven peregrino dio pruebas inequívocas de una voluntad fuerte y decidida, de un ánimo emprendedor y generoso, de un carácter capaz de cualquier sacrificio.
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1 de abril de 2009

1 de Abril, Beato Nuño Alvares Pereira




UÑO ÁLVARES PEREIRA nació en Portugal el 24 de junio de 1360, probablemente en Cernache do Bonjardim, siendo hijo ilegítimo de fray Álvaro Gonçalves Pereira, caballero de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y prior de Crato, y de doña Iria Gonçalves do Carvalhal. Cuando tenía un año fue legitimado por decreto real, pudiendo así recibir la educación caballeresca típica de los descendientes de las familias nobles de la época. A los trece años llegó a ser paje de la reina Leonor y muy pronto, tras ingresar en la corte, fue investido caballero. A los dieciséis años, por voluntad de su padre, se casó con una joven y rica viuda, doña Leonor de Alvim. De esta unión nacieron tres hijos, dos varones, que murieron en temprana edad, y una niña, Beatriz, que posteriormente se casaría con el hijo del rey João I, Alfonso, primer duque de Bragança.

Al morir el rey Fernando, el 22 de octubre de 1383, sin dejar heredero varón, su hermano João se vio involucrado en la disputa por la corona lusitana, ambicionada por el rey de Castilla que se había casado con la hija del difunto rey. Nuño se puso de parte de João, el cual lo constituyó su condestable, es decir, comandante de su ejército. En varias ocasiones condujo Nuño el ejército portugués a la victoria, hasta que finalmente el conflicto tuvo su final con la batalla de Aljubarrota, el 14 de agosto de 1385.

Sin embargo, la capacidad militar de Nuño se mostraba temperada por una espiritualidad sincera y profunda. El amor a la eucaristía y a la Virgen constituían los pilares de su vida interior. Era asiduo en la oración mariana y ayunaba en honor de María los miércoles, viernes y sábados y en las vigilias de sus fiestas. Participaba cada día en la eucaristía, aunque sólo se podía recibir en las grandes festividades. El estandarte que él eligió como insignia personal mostraba las imágenes de Jesús Crucificado, de María y de los santos caballeros Santiago y Jorge. Con sus bienes construyó numerosas iglesias y monasterios, entre los que cabe mencionar el Carmen de Lisboa y la iglesia de Sta. María de la Victoria en Batalha.

Al morir su esposa, en 1387, Nuño no quiso contraer nuevo matrimonio siendo un ejemplo de vida casta. Tras el logro de la paz, donó a los supervivientes gran parte de sus bienes, de los cuales se desprendió totalmente cuando el año 1423 decidió entrar en el convento de los Carmelitas por él fundado, tomando el nombre de fray Nuño de Santa María. Conducido por el Amor, abandonó de esta manera las armas y el poder para dejarse revestir de la armadura espiritual que la Regla del Carmelo recomienda. De esta manera llevó a cabo un cambio radical de vida para recorrer en plenitud el camino de fe auténtica que él siempre había seguido. Él deseaba retirarse a una comunidad lejos de Portugal, pero el hijo del rey, don Duarte, se lo prohibió. Sin embargo, nadie ni nada pudo impedirle que se dedicara a hacer limosna a favor del convento y sobre todo a favor de los pobres, a los que asistía y servía de todas las maneras. Organizó para ellos la distribución diaria de alimentos y no se negaba nunca a sus peticiones. Al entrar en el convento, el condestable del rey de Portugal, el comandante del ejército y caudillo victorioso, el fundador y bienhechor de la comunidad carmelitana, no quiso privilegio alguno, sino que eligió para él el rango más humilde de hermano donato, poniéndose al total servicio del Señor, de María, la tierna Patrona siempre venerada, y de los pobres, en los cuales reconocía el rostro mismo de Jesús.

Fue significativo que fray Nuño de Santa María muriese el domingo de Pascua, 1 de abril de 1431, y que en seguida fuese considerado santo por el pueblo, que lo empezó a llamar “el Santo Condestable”. Pero, si bien la fama de santidad de Nuño permaneció constante e incluso aumentó con el tiempo, el iter del proceso de canonización ha resultado complejo; fue iniciado muy pronto por los soberanos portugueses y después por la Orden Carmelitana, encontrando innumerables obstáculos de índole exterior, hasta que el año 1894 el P. Anastasio Ronci, entonces postulador general de los Carmelitas, consiguió retomar el proceso para el reconocimiento del culto ab immemorabili del Beato Nuño, el cual, a pesar de las dificultades de cada época, concluyó felizmente el 23 de diciembre de 1918 con el decreto Clementissimus Deus de S.S. Benedicto XV.

Sus reliquias fueron trasladadas varias veces de su primitivo sepulcro a la iglesia del Carmen, hasta que el año 1961, con ocasión del sexto centenario del nacimiento del Beato Nuño, se organizó una peregrinación con un precioso relicario de plata donde fueron depositadas las reliquias, pero éste fue robado poco después sin que se hayan encontrado las reliquias; en su lugar se colocaron algunos huesos que se habían conservado en otro lugar. El descubrimiento, el año 1996, del primitivo lugar de la tumba con algunos fragmentos de huesos de características idénticas a las referidas reliquias, avivó de nuevo el deseo de ver pronto al Beato Nuño proclamado Santo por la Iglesia. El postulador general de los Carmelitas, P. Felip Mª Amenós i Bonet, obtuvo la reapertura de la causa, la cual se vio avalada por un presunto milagro ocurrido el año 2000. Tras la conclusión de las respectivas investigaciones, el Santo Padre Benedicto XVI dispuso el 3 de julio de 2008 la promulgación del decreto sobre el milagro para la canonización, y en el Consistorio del día 21 de febrero de 2009 decretó que el Beato Nuño sea inscrito en el Registro de los Santos el día 26 de abril de 2009.

1 de Abril, San Hugo de Grenoble, Obispo




l obispo que nunca quiso serlo y que se santificó siéndolo.
Nació en Valence, a orillas del Isar, en el Delfinado, en el año 1053. Casi todo en su vida se sucede de forma poco frecuente. Su padre Odilón, después de cumplir con sus obligaciones patrias, se retiró con el consentimiento de su esposa a la Cartuja y al final de sus días recibió de mano de su hijo los últimos sacramentos. Así que el hijo fue educado en exclusiva por su madre. Aún joven obtiene la prebenda de un canonicato y su carrera eclesiástica se promete feliz por su amistad con el legado del papa. Como es bueno y lo ven piadoso, lo hacen obispo a los veintisiete años muy en contra de su voluntad por no considerarse con cualidades para el oficio -y parece ser que tenía toda la razón-, pero una vez consagrado ya no había remedio; siempre atribuyeron su negativa a una humildad excesiva. Lo consagró obispo para Grenoble el papa Gregorio VII, en el año 1080, y costeó los gastos la condesa Matilde.
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La esencia de la Herejía Progresista (3)





por el R.P. Fr. Alberto García Vieyra, O.P.



Tomado de La Quimera del Progresismo,
Colección Clásicos Contrarrevolucionarios,
Buenos Aires, 1981

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¿SUSTITUCIÓN DE LA TEOLOGÍA?

s de preguntarse cómo puede la teología católica llegar a los extremos de asumir y hacer suya una concepción del mundo y de la vida materialista y atea. Esto no es explicable más que por la sustitución de la teología revelada por cierta especulación sobre problemas humanos que prescinde de la teología, y aun de la verdadera filosofía.

Existe realmente esa especulación que prescinde de la teología revelada y de la verdadera filosofía. Es un historicismo teológico, una antropología inmanentista y agnóstica, puesta en sustitución de la Teología. Por ella tenemos la puerta abierta para una concepción materialista del mundo y de la vida.

Dentro de este historicismo o teología de lo concreto (como también se llama), toda la labor especulativa gira alrededor del hombre. Ya lo anunciaba Romano Guardini: "Lo personal, acciones, pensamientos, decisiones, voliciones, son válidas en la edad moderna por descansar en el sujeto, que es soporte de aquellos actos revestidos de validez" (Mundo y Persona, p. 28).

El nuevo ángulo de reflexión (digámoslo así) aun para la teología, no es Dios, su objeto formal, sino el hombre.

La teología católica se ha dejado influir poderosamente por el pensamiento básico neokantiano y anti-escolástico. La Teología en él siglo XX, obra en colaboración por Herbert Vorgrimler y Robert Van der Gucht (1974), despliega un panorama de las distintas disciplinas dentro de las categorías de un pensamiento agnóstico, con la única salida posible para el agnosticismo con que cubre sus miserias, que es la Historia; el moderno agnosticismo es historicista; la Historia le ofrece los cuadros brillantes que recubren su indigencia. El agnosticismo subsiste por su polaridad antiescolástica y la Historia. Es categorial y subjetivo. Categorial, no por las categorías predicamentales del ser, sino por las categorías subjetivas conceptuales que suponen el eidos, no el ser. Las primeras suponen identidad; las segundas nada identifican, solamente conceptualizan.

El nuevo ángulo de reflexión ha terminado por desnaturalizar la teología; teología desnaturalizada por tratar de un saber incapaz de identificar nada en su propio objeto. La teología desnaturalizada no puede identificar nada acerca de Dios. Escribe Siller: "De un Dios en sí mismo no hay nada que decir" (TSXX, 4). No hay nada que decir, cuando el instrumento por el cual podría explorar algo, no sirve. No podemos consentir en que "el criterio para discurrir con justeza de Dios es que esta reflexión recaiga sobre el hombre" (Ib.). "No existe ningún camino teórico de acceso a Dios" (Ib.). Tales expresiones significan que la inteligencia se declara incapaz de identificar la existencia de Dios; al no poder llegar, por el agnosticismo, a las relaciones necesarias entre causa propia y efecto, móvil y motor, contingencia y necesidad, etcétera, no puede acceder a la realidad del Ser Necesario y Creador.

Sin embargo, la inteligencia en la filosofía tradicional nunca ha abdicado de su natural correlación al ser, para descubrir la verdad. En el primer año de Filosofía estudiamos el papel instrumental de la Lógica en la elaboración de] saber; por ella poseemos el saber; la inteligencia descubre los planos estructurales del ser. La inteligencia busca la contemplación; es la facultad de la apertura al mundo exterior más elevado; reconoce y trasciende el mundo histórico para elevarse al mundo del ser y elevarse más alto a la Causa misma del ser.

Es por los sentidos y la inteligencia que el hombre se abre al mundo exterior; al mundo sensible por los primeros, al mundo inteligible por la segunda. Ese mundo inteligible es identificable a la luz intelectual; no es creación de la luz intelectual.

El famoso principio de la inmanencia preside todas aquellas lucubraciones de la filosofía neokantiana y de la actual teología progresista. Por la inmanencia la inteligencia, la facultad de apertura al ser, baja el telón y se queda a oscuras en las luces a medias del mundo fenoménico. Por eso afirma Fabro que "del principio de la inmanencia procede por una caída inevitable la muerte de Dios, puesto que la esencia de la inmanencia moderna es la negatividad constitutiva, entendida como negación de la inmediatez del ser" (La Aventura de la Teología Progresista, 74). La negación aludida es negación de todos los planos de estructura del ser por carencia del pensamiento analítico y la reducción a lo fenomenológico, histórico o empírico.

Como lo han notado el cardenal Siri y otros teólogos de primera línea, la teología moderna que comentamos ha ido poco a poco a lo empírico, buscando en la Historia nombres brillantes para cubrir su negatividad. El nombre de San Agustín o de otro Padre de la Iglesia, interpretados a menudo por protestantes, sirve para cubrir lugares vacíos por abandono de las riquezas de una teología auténtica.

La nueva teología progresista se nos presenta como sustitución de la tradición. No necesita adaptarse al mundo porque ya es del mundo; no contempla nada de la fe o de la doctrina cristiana, si no es para adaptarla y desvirtuarla por la mismo forzada adaptación.

El intento de sustituir la Teología propiamente dicha viene planteado en forma muy clara por Bernard Lonergan en un trabajo escrito en colaboración: Teología de la Renovación. Allí se presenta, en forma que quiere ser plausible, la sustitución de los principios revelados, fundamentos de la Teología, por hechos, facta histórica, que sustituirían a los anteriores, los principios de la revelación, como fundamentos de la ciencia de Dios revelado.

Cualquier estudiante de teología tradicional se da cuenta de que aquello es imposible. Sustituida la Revelación por otra cosa, simplemente nos quedamos sin teología; no tenemos otra teología, ni avanzada ni retrasada.

Para explicar este hecho insólito debemos recurrir a la teología dialéctica de Bultmann, al principio de la inmanencia, a la conversión antropológica de Karl Rahner o al resucitado seudo sobrenaturalismo de Bayo. Sólo entonces tendremos una explicación coherente de este hecho insólito, tan extravagante como todo el proceso señalado que lo explica.

Dice Bernard Lonergan: "Así como la teología escolástica respondió a su tiempo, asimilando a Aristóteles, lo mismo que la teología del siglo XVIII resistió a su época, replegándose en un reducto dogmático, la teología de hoy se siente emplazada a un encuentro con su tiempo" (Teología de la Renovación, 14).

El autor aparece afectado de historicismo. Debemos distinguir: la asimilación de la verdad aristotélica por Occidente fue circunstancialmente temporal, en cuanto fue realizada en el tiempo. Esencialmente atemporal, en cuanto a que la adecuación del entendimiento a la cosa prescinde del tiempo. Toda percepción sustantiva como sustancia; toda percepción adjetiva como cualidad, prescinden del tiempo. De lo contrario, lo percibido por el hombre sería estrictamente fenoménico, ligado al espacio y al tiempo. La introducción del aristotelismo no puede considerarse como una necesidad histórica, del tiempo, sino como fruto de la búsqueda de la verdad.

En cambio, si la escolástica del siglo XVIII resistió a una filosofía conceptualista, fue por razones intrínsecas a esa filosofía. En el día de hoy realmente sentimos la presencia de la equivocidad; no es que "nuestro tiempo" necesite de la ambigüedad, de la terminología ambivalente; nuestro tiempo, como todos los tiempos, necesita de la verdad.

Es un error decir que la teología de hoy se siente emplazada a un encuentro con nuestro tiempo. El tiempo no emplaza a nadie; quien emplaza es el hombre, que anhela salir de la ambigüedad conceptualista. El proyecto de una teología encontrada con su tiempo, según el autor, no es una teología deductiva sino una ciencia empírica. En seguida se encarga de puntualizar: "No producto de la religión que investiga y explica, sino de las normas y conceptos culturales" (Ib).

La sustitución de la teología por otra especulación (que nos resistimos a llamar teología), no puede ser expuesta con mayor claridad: "La teología, ciencia deductiva, ha pasado a ser, en gran parte, ciencia empírica. Fue ciencia deductiva en el sentido en que sus tesis eran conclusiones que había que probar, con las premisas sacadas de la Escritura y la Tradición. Se ha convertido en ciencia empírica en el sentido en que la Escritura y la Tradición ahora no ofrecen premisas, sino datos que hay que examinar en su perspectiva histórica" (p. 15). "La teología revelada se había planteado la cuestión de cómo están incluidas las conclusiones teológicas en las premisas (Marín-Sola, Garrigou Lagrange, Schultes, etc.). En la nueva teología (llamémosla así), no existe tal cuestión. La Escritura y la Tradición no ofrecen premisas, vale decir, no ofrecen un contenido inteligible revelado, sino datos que hay que examinar históricamente; lo único accesible a la inteligencia es una percepción fenomenológica, nominalista. Entonces tenemos un gran salto; antes teníamos el dato revelado; lo principal y que la teología busca es lo que viene de Dios; todo es del hombre; nace, crece y muere en la inmanencia del hombre.

No nos explicamos cómo esto puede ser valorado, no nos explicamos de qué manera se ve en esto algo valioso como mensaje o palabra de Dios. Quizá la explicación pudiera darla Bultmann, que no reconoce en la revelación una doctrina; pero esto ya no es teología católica.

Si vamos a hablar de teología católica tiene que haber verdadera palabra de Dios; un orden de verdades reveladas por Dios fuera y por encima del conocimiento natural. Este orden de verdades reveladas por Dios es lo que Santo Tomás destaca en el primer artículo de la Suma: "Para salvarse necesitó el hombre que se le diesen a conocer por revelación divina algunas verdades que exceden la capacidad de la razón humana" (S. T. I, 1, 1,).El pensamiento de la teología católica y de Santo Tomás es muy claro: el hombre recibe de Dios verdades reveladas; acepta por la fe infusa esas verdades; la inteligencia las conoce bajo la luz de la revelación divina (Ilb. ad 2m).

En síntesis, siempre estamos dentro de la esfera del conocimiento; es la teología, ciencia humana, para el hombre; con un objeto divino alcanzado por la fe, pero dado por Dios para ser identificado por la inteligencia del hombre. No existe ningún irracionalismo amorfo, como en la teología progresista, ni ningún salto en el vacío como la "decisión de la libertad" que sustituye el "obsequium fidei", perfectamente razonable, según el Vaticano 1.

No es que la teología no deba tener en cuenta los datos históricos, sobre todo en la moral, que es de lo concreto; pero primero debe contemplar la revelación, aquello que la Revelación dice al hombre del mismo hombre para salvarlo.

El P. Congar también se hace eco de la sustitución: "La ontología escolástica tiene mala prensa. La estamos sustituyendo por formulaciones acuñadas en términos de estilo personalista, existencia!, antropológico" (TR 20).

Es todo un cambio en la impostación del problema y un cambio que nos deja sin teología, sin explicación cristiana del mundo y en plena secularidad. Más claro, en plena apostasía de la fe. La irrupción de la Historia en la especulación es saludada con un necio triunfalismo, como ruina "de la vieja problemática de una esencia del hombre' (Fierre Watté). Anunciase, sin más, el ocaso de una antropología filosófica para dar lugar a una antropología de la historia (TSXX, 53).

La sustitución se consuma porque nuestra concepción del hombre y de la vida abandona el suelo firme de la metafísica y de la Revelación, para fundamentarse en las arenas movedizas de lo histórico. La filosofía y la teología se incorporan así a lo que Dilthey llamaba: "Ciencias que han crecido en la práctica de la vida" (ICI, 31).

No es que los datos históricos sean recogidos para dar un aporte a la solución de los problemas humanos o teológicos; trátase de una sustitución: la ciencia especulativa sustituida por un saber empírico, no un saber sobre mi condición humana, sino información para moverme en el tiempo. La sustitución de la teología por lo antropológico o histórico-social, no es en el momento actual algo esporádico, sino sistemático. Dice Cornelio Fabro: "En la nueva teología, esto (el progreso de la fe) se está realizando por lo que la escuela de Karl Rahner llama la inversión antropológica, en la cual se sustituye la antropología teológica de la teología tradicional por la teología antropológica; aquélla se fundaba en la trascendencia metafísica de Dios y en la realidad sobrenatural de la Redención de Cristo; ésta, por el contrario, se funda en el principio moderno de la inmanencia" (Aventura de la Teología Progresista, p. 36).

Es un cambio radical, una nueva "inversión copernicana", que no podemos llamar plausible, en cuanto nos quedamos sin teología.

Concretemos: La Teología es el conocimiento de Dios y de las cosas divinas a partir de los principios de la Revelación. Si no es un conocimiento de lo revelado por Dios acerca del mismo Dios, del hombre o de la economía de la salvación, no hay teología.

La teología es un conocimiento, una ciencia, con su objeto formal propio, sus leyes propias; y fuera de eso no hay teología; fuera de ese campo habrá otras disciplinas, pero no teología.

Al abandonar voluntariamente el conocimiento de Dios, negándolo y sustituyéndolo por el conocimiento del hombre, estamos en la apostasía.

Así llegamos al desvanecimiento de la espiritualidad católica, quedando con "espiritualidad" a secas, meramente humana, y que tampoco se mantiene en un humanismo sino que llega hasta el materialismo ateo, la ciudad secular, materialista y técnica. Al cambio de la teología ha seguido la deshumanización del hombre.

La teología se constituye como tal, como toda disciplina científica, por su objeto formal terminativo propio: Dios, bajo la razón de deidad, y revelado por el medio en el cual conoce, o sea, el objeto formal motivo o lumen quo.

Este último es el medio demostrativo propio de la teología que el Vaticano I llama "autoridad de Dios que revela". Es lo que distingue la teología de la fe y de cualquier otro ámbito cognoscitivo.

Si ponemos otro medio demostrativo, habrá cualquier otra disciplina científica, pero no teología.En cambio, la sustitución propuesta no tiene en cuenta nada de esto. Al negar la teología revelada y sustituirla por antropología inmanentista o naturalista se niega un conocimiento de la fe y se rechaza un reconocimiento del papel de la doctrina cristiana en la vida del hombre. Rechazar tal reconocimiento es caminar hacia la apostasía. La teología, si va a seguir siendo teología, debe tratar sobre Dios. Dios bajo la razón de deidad. Dios en su misma deidad, Trino y Uno. Contra este antropologismo decimos que podemos hablar del Dios trino y uno sin ocuparnos del hombre.

El "aggiornamento" progresivo ha sido un constante camino para abandonar las costumbres cristianas, para dejar de lado las exigencias o postulados de la vida cristiana y de la fe. Así hemos caminado hacia el evanescimiento de la espiritualidad.Cada ciencia tiene su campo de visión y lo que ve en ese campo; es imposible sustituir la matemática por fisiología. La teología tiene que hablar de Dios bajo la luz de la revelación y entonces es teología revelada. Si habla de Dios bajo la luz natural de la razón será teología natural o teodicea. No puede, empero, reducirse a un saber histórico o fenomenológico.

A 70 años del Triunfo de la Cruzada Española


RADIOMENSAJE A ESPAÑA DE S. S. PÍO XII

16 de abril de 1939


"Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros Nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos.Anhelante y confiado esperaba Nuestro Predecesor, de santa memoria, esta paz providencial, fruto sin duda de aquella fecunda bendición que en los albores mismos de la contienda enviaba «a cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la Religión»; y Nos no dudamos de que esta paz ha de ser la que él mismo desde entonces auguraba, «anuncio de un porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad».


ESPAÑA, NACIÓN ELEGIDA


Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la heroica España. La Nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu.La propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por todo el mundo; y aunque es verdad que el Omnipotente no ha permitido por ahora que lograran su intento, pero ha tolerado al menos algunos de sus terribles efectos, para que el mundo viera cómo la persecución religiosa, minando las bases mismas de la justicia y de la caridad, que son el amor de Dios y el respeto a su santa ley, puede arrastrar a la sociedad moderna a los abismos no sospechados de inicua destrucción y apasionada discordia.Persuadido de esta verdad el sano pueblo español. con las dos notas características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de los ideales de fe y civilización cristianas, profundamente arraigados en el suelo de España; y ayudado de Dios, «que no abandona a los que esperan en El» (Iudith, XIII, 17), supo resistir al empuje de los que, engañados con o que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo ...SANTA MEMORIAY ahora, ante el recuerdo de las ruinas acumuladas en la guerra civil más sangrienta que recuerda la historia de los tiempos modernos, Nos con piadoso impulso, inclinamos ante todo nuestra frente a la santa memoria de los Obispos, Sacerdotes, Religiosos de ambos sexos y fieles de todas edades y condiciones que en tan elevado número han sellado con sangre su fe en Jesucristo y su amor a la Religi6n Católica: «majorem hac di1ectionem nemo habet»: «no hay mayor prueba de amor» (Io., XV, 13).Reconocemos también nuestro deber de gratitud hacia todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la Religión, ya sea en los campos de batalla, ya también consagrados a los sublimes oficios de caridad cristiana en cárceles y hospitales ...


POLÍTICA DE PACIFICACIÓN


A vosotros toca, Venerables Hermanos en el Episcopado, aconsejar a los unos y a los otros, que en su política de pacificación todos sigan los principios inculcados por la Iglesia y proclamados con tanta nobleza por el Generalísimo: de justicia para el crimen y de benévola generosidad para con los equivocados. Nuestra solicitud, también de Padre, no puede olvidar a estos engañados, a quienes logró seducir con halagos y promesas una propaganda mentirosa y perversa.A ellos particularmente se ha de encaminar con paciencia y mansedumbre Vuestra solicitud Pastoral: orad por ellos, buscadlos, conducidlos de nuevo al seno regenerador de la Iglesia y al tierno regazo de la Patria, y llevadlos al Padre misericordioso, que los espera con los brazos abiertos ...En prenda de las copiosas gracias, que os obtendrán la Virgen Inmaculada y el Apóstol Santiago, patronos de España, y de las que os merecieron los grandes Santos españoles, hacemos descender sobre vosotros, Nuestros queridos hijos de la católica España, sobre el Jefe del Estado y su ilustre Gobierno, sobre el celoso Episcopado y su abnegado Clero, sobre los heroicos combatientes v sobre todos los fieles, Nuestra Bendición Apostólica."

Así iban a la muerte: Una juventud para la Eternidad




por Santiago Cantera Montenegro, O.S.B.


Testimonios de los años de la Guerra de España, 1936-39


Tomado de Arbil


A la Virgen del Pueyo.

n una España, una Europa y una época que ofrecen signos evidentes de una crisis de civilización, tales como las constantes rupturas matrimoniales y por el contrario el ensalzamiento del indebidamente llamado “matrimonio” homosexual, la “cultura de la muerte” que patrocina el aborto y la eutanasia, la cultura del “pelotazo”, una “memoria histórica” sectaria y sesgada, la juventud del “botellón”, la pérdida de valores y de ideales, y un largo etcétera, es conveniente recuperar el testimonio magnífico de unas almas generosas que, en lo mejor de sus años jóvenes, supieron dar también lo mejor de sí mismas, hasta entregar sus propias vidas, precisamente por todo aquello de lo que en esta crisis actual de civilización se reniega. Ante todo, dieron con alegría y plena esperanza sus vidas por Dios, y con ello demostraron que la vida eterna es una realidad; en segundo lugar, dieron sus vidas por España, como muestra de que el patriotismo es una verdadera virtud derivada de la piedad filial; y murieron perdonando de corazón y sin odio, con lo cual dejaron una lección de que sólo la fe cristiana podía alcanzar la necesaria reconciliación entre los españoles. Muchos fueron asesinados, con juicio o sin él, simplemente por su fe católica, por su amor a Cristo, y murieron así como auténticos mártires. Otros fueron ejecutados más bien por motivos políticos, pero afrontaron la muerte con la misma fe y con la misma actitud de amor de Dios, esperanza en la vida eterna y perdón hacia sus enemigos. Otros cayeron en combate con un verdadero espíritu de cruzados, entregados a la causa que defendían y al mismo tiempo con sincero amor al enemigo. Otros no murieron finalmente a consecuencia de la guerra, pero en el curso de ella mostraron su disposición martirial y encararon con valor sobrenatural la realidad de la muerte. Traemos a continuación el florilegio de unos pocos testimonios muy elocuentes de algunos escritos dejados por ellos en sus últimos días o en sus últimas horas; escritos que adquieren visos de inmortalidad para las jóvenes generaciones de hoy y que deben ser estímulo y aliciente de imitación para ellas, porque “no vale la pena vivir la vida si no es para quemarla al servicio de una empresa grande”, como recordaba uno de aquellos jóvenes católicos españoles de 1936 recogiendo la cita de un autor espiritual francés.

I. Mártires de la Fe

La II República desencadenó desde los primeros momentos una auténtica persecución religiosa contra el catolicismo, que se hizo evidente cuando, menos de un mes después de la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, el 11 de mayo se produjo el asalto e incendio de iglesias y conventos en diversas ciudades de España, sin que la autoridad hiciese realmente nada para impedirlo. A este hecho se unió la legislación del régimen, que ya desde la propia Constitución de 1931 dejaba ver una nítida dirección no sólo anticlerical, sino abiertamente anticatólica en general. Además, el ambiente político se caldeó con proclamas contra la Iglesia en numerosos mítines y publicaciones de las izquierdas, así como en los del Partido Radical (centristas) de Alejandro Lerroux, con quien se coaligó nada menos que la derecha cedista (la C.E.D.A., Confederación Española de Derechas Autónomas, católica) de José María Gil Robles para acceder al gobierno, hasta que los radicales se hundieron casi en la marginación política por sus escándalos de corrupción. En fin, el odio a la fe que acompañó a la Revolución socialista de octubre de 1934 se mostró con toda su violencia sobre todo en Cataluña y mucho más aún en Asturias y el norte minero de Palencia, dando lugar a la “caza del cura y del fraile”, incendios de iglesias, etc.: los primeros mártires de la fe por la persecución religiosa de la II República, varios de ellos ya beatificados y otros incluso canonizados, son de este momento. Y, para terminar, todo estalló con su máximo furor en la Guerra Española de 1936-39 desde su mismo inicio, cuando en la “zona roja” saltó de lleno la espoleta de la persecución religiosa, que ha dado una cifra de alrededor de 7.000 eclesiásticos asesinados simplemente por su fe, amén de otros muchos seglares cuyo número todavía resulta difícil contabilizar.

Nos parece oportuno recoger un juicio imparcial y poco sospechoso acerca de la realidad de aquella persecución religiosa, el de Salvador de Madariaga [1]:

Nadie que tenga a la vez buena fe y buena información puede negar los horrores de la persecución. Que el número de sacerdotes asesinados haya sido de dieciséis mil o mil seiscientos, el tiempo lo dirá. Pero que durante unos meses, y aun años, bastase el mero hecho de ser sacerdote para merecer pena de muerte, ya de los muchos tribunales más o menos irregulares que, como hongos, salían del pueblo, ya de revolucionarios que se erigían a sí mismos en verdugos espontáneos, ya de otras formas de venganza o ejecución popular, es un hecho plenamente confirmado. Como lo es, también, el que no hubiera culto católico, de un modo general, hasta terminada la guerra y que, aun como casos excepcionales y especiales, sólo ya casi terminada la guerra hubiese alguno que otro. Como lo es, también, que iglesias y catedrales sirvieran de almacenes, mercados y hasta, en algunos casos, de vías públicas incluso para vehículos de tracción animal.

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31 de marzo de 2009

Id a Tomás. Principios fundamentales del pensamiento de Santo Tomás (13)





por Eudaldo Forment



Tomado de Gratis Date


13

La visión tomista de la realidad





oda esta concepción del ser implica una visión de la realidad, que Santo Tomás presenta sintética y sistemáticamente, en el cuerpo del artículo primero, de la primera de sus Cuestiones Disputadas sobre la Verdad. Comienza recordando que el concepto de ente es el primero de todos los conceptos, porque es lo que primeramente concibe el entendimiento. El ente no es un concepto genérico supremo, no es una categoría última, a la que se reduzcan todas las demás. Es un concepto único, aunque no únivoco, como lo es todo género. Su unidad es proporcional, y, por ello, es análogo, como también descubrió Aristóteles.
El concepto de ente no tiene una unidad estricta o formal, sino que, con respecto a estos analogados, constituye una unidad proporcional, en cuanto que en este concepto se contiene actual e implícitamente toda su diversidad. En este concepto de ente no se prescinde, por tanto, de las determinaciones, como se hace en el de cualquier género, sino que se las implica todas. La noción de ente se extiende a todo lo común de los entes y a todo lo diferencial de cada uno de todos los entes.De manera que «se dice que algo se añade al ente en cuanto expresa algún modo de él que no viene explícitamente expresado por el nombre mismo de ente» (De Veritate, q. l, a. l, in c.). Lo único que se puede adicionar al ente es un modo del mismo ente, que se encuentré en él, pero no explicitado en su concepto. Lo que se le agrega es entonces un modo implícito del ente. Tal adición consiste, en definitiva, en explicitar un contenido implícito, pero, según sea ésta, los modos del ente pueden agruparse en dos grandes clases.
La primera es la de los «modos especiales» del ente. Todos los conceptos, que no son el de ente, no se identifican con él, porque lo expresan, pero disminuído en su amplitud. Cada uno de ellos significan el ente, pero no todo el ente. Se pueden ir agrupando por sus elementos comunes o genéricos, hasta llegar a unos géneros supremos, ya irreductibles a otros superiores, que son las llamadas categorías, pero no se puede llegar a un único concepto genérico.
La segunda clase es la de los «modos generales», los que acompañan a todo ente. Estos modos tienen la misma universalidad que el ente, porque no lo limitan ni en su comprehensión ni en su extensión. Como el concepto de ente, tampoco son géneros, porque convienen a todo ente, incluso a todas las categorías, y, en este sentido, al igual que el ente, se denominan trascendentales, por «trascender» el orden categorial. Su universalidad no es genérica, sino trascendental. Los trascendentales se denominan generalmente propiedades del ente, en el sentido de que, sin dejar de igualarse con el ente, despliegan una faceta suya, que queda así manifestada expresamente.

31 de Marzo, Beato Amadeo de Saboya





l Beato Amadeo de Saboya fue el noveno de este nombre y el tercer duque de aquel Estado; vivió treinta y siete años (1435-1472); reinó solamente siete (1465-1472); y fue inscrito en el catálogo de los bienaventurados dos siglos más tarde bajo el pontificado del Beato Inocencio XI.

La Saboya fue siempre uno de los lugares más bellos de la región alpina; situada en el centro de Europa, en territorio francés, al occidente de la cadena de los Alpes, guarda dentro de sí las cumbres más elevadas desde el Monte Blanco hasta el monte Thabor. La magnificencia de sus costas, la grandiosidad de su paisaje, su infinita variedad, los contrastes de color y de vida, la melancólica belleza de las ruinas de castillos y monasterios, ofrecen un espectáculo estupendo, que arrebata la admiración. Sus habitantes son conocidos por la bondad de su carácter y por la sencillez de sus costumbres; defendidos del influjo y contacto con otras gentes por la aspereza de sus montañas, han sabido conservar sus primitivas tradiciones. El saboyano es fuerte y alegre; tiene pocas necesidades y sabe desde antiguo solucionárselas por sí mismo; es además religioso y amante de sus instituciones. Cada uno de los siete valles principales de las tierras saboyanas tiene su propia fisonomía en tipos y maneras, hablándose por este motivo de los "siete países saboyanos", variedades de un mismo tipo social montañés.

La casa de Saboya es una de las familias más antiguas e ilustres, que han reinado en Europa casi hasta nuestros días. Parece ser que su fundador fue Humberto I Blancamano, descendiente de la casa de Sajonia, que vivió en los años 985 al 1048; prestó buenos servicios al rey de Arles Rodolfo III, y al emperador Conrado el "Sálico", recibiendo en recompensa numerosas tierras y privilegios. A través de los siglos el Estado saboyano fue ensanchando sus límites geográficos; las guerras entre los señores feudales, las alianzas, las capitulaciones matrimoniales y las herencias de nobles, fueron abriendo camino al esplendor de la casa de Saboya. En el siglo XV, durante el largo gobierno de Amadeo VIII, los dominios saboyanos alcanzaron la máxima extensión, comprendiendo entre otros territorios la Saboya, el Piamonte y el País de Vaud. Aunque se había avanzado notablemente en el sentido de sustituir el antiguo régimen feudal por un Estado moderno, sin embargo, aún no había desaparecido la organización feudal, que se desarrolló más en la Saboya que en el Piamonte, con grandes y poderosas casas señoriales, afincadas en los cerrados valles alpinos con escasos centros urbanos.

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30 de marzo de 2009

Marcha por la Vida





500.000 personas marcharon por Madrid









29/03/09




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Buenos Aires 28/03/09














Menos, pero entusiastas ...




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Buenas noticias en imágenes


¡ Señor, danos muchos, buenos, santos Sacerdotes!


Ordenes menores y subdiaconado en Ecône, por S.E. Mons. Bernard Fellay, superior general de la FSSPX




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Ordenaciones sacerdotales de Franciscanos de la Inmaculada, en Portugal, por S.E.R. Raymond Cardenal Burke, según el rito tridentino.



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30 de Marzo, San Juan Clímaco, Abad






l monte Sinaí, de tantos recuerdos bíblicos, forma un macizo de cumbres y valles pedregosos y resecos sin apenas vegetación. Cuando lo visitó la monja Eteria, nuestra peregrina, el Sinaí estaba poblado de monjes. Eteria vio varios monasterios, capillas custodiadas por monjes, cuevas en las que moraban anacoretas "y una iglesia en la cabeza del valle; delante de la iglesia hay un amenísimo huerto con agua abundante, en el cual está la zarza; muy cerca se enseña el lugar donde se hallaba el santo Moisés cuando le dijo Dios: Desata la correa de tu calzado".

Aún se conserva el monasterio de El-Arbain o de los Cuarenta Mártires, llamado así porque, a fines del siglo IV, los beduinos asesinaron en aquel lugar a cuarenta monjes. Mas la iglesia de que nos habla Eteria es, sin duda, la que hizo edificar Santa Elena en el siglo IV y que, en 527, fortificó el emperador Justiniano, lo mismo que al monasterio que está junto a ella, Dicho monasterio se llama de Santa Catalina, puesto que guarda las reliquias de la santa alejandrina desde hace muchos siglos. Justiniano fortificó también otros monasterios sinaítas para proteger a los monjes de las incursiones de los beduinos de los desiertos cercanos.

El monasterio de Santa Catalina, única que ha mantenido la vida monacal en aquellos parajes agrestes, está situado a más de dos mil metros al pie del Djebel-Musa o monte de Moisés. De la parte trasera del monasterio arranca un caminito escarpado, con peldaños labrados en la roca (tres mil en total) que lleva a la cumbre. Vive en él una comunidad de monjes ortodoxos griegos y guarda una famosa biblioteca con 500 manuscritos antiguos. En el siglo pasado fue descubierto en ella el Códice Sinaítico, del siglo IV, con todo el Nuevo Testamento y la mayor parte de la versión griega del Antiguo, Dicho códice fue regalado al zar de Rusia, el cual compensó al monasterio con 9.000 rublos. Estuvo depositado en la Biblioteca de Leningrado hasta 1933, en cuya fecha lo adquirió el Museo Británico por 100.000 libras esterlinas.

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Esencia de la Herejía Progresista (2)






por el R.P. Fr. Alberto García Vieyra, O.P.

Tomado de La Quimera del Progresismo,
Colección Clásicos Contrarrevolucionarios,
Buenos Aires, 1981




PROGRESISMO CATÓLICO




lamóse Progresismo Católico (5) a la unión con fines políticos de comunistas y católicos.
En los años de la segunda guerra europea, el comunismo inicia la política "de la mano tendida", llamando a colaborar con ellos a los católicos. En 1947 surge la Unión de Católicos Progresistas, con la intención de compartir con los comunistas la acción política. Los progresistas no fueron a ellos para convertirlos de su ateísmo, sino para convertirse en sus auxiliares. Los comunistas estaban firmes en su postura atea y destructora.
Nunca la mentira de unirse a los católicos para colaborar en la paz pública fue tan perfecta, ni tan perfectamente creída por la ceguera mental del liberalismo católico. Mientras los vagones descargaban sobre los hielos siberianos las víctimas del régimen más terrorista de la Historia, los artífices del terror y la miseria se constituían en Europa y América en los profetas del nuevo paraíso terrenal. Justificar una concepción del mundo secularista con una concepción de la gracia falseada o seudo sobrenatural, sin intervención de la fe en las cosas humanas. En 1963 nace la revista Concilium, que llevará adelante la empresa del progresismo católico (Cf. ICI, 22 de mayo, 1967). Así el progresismo católico ensancha su campo de acción presentándose como mentor de la Iglesia, y dando su sentido propio hacia el protestantismo, el escatologismo y sus tendencias antiescolásticas al mundo de sus lectores, principalmente seminaristas y clérigos.

Estamos en presencia de un movimiento de grandes dimensiones; quizá el nombre de progresismo le resulta en estos momentos impropio; es un movimiento de inspiración protestante, humanista, liberal; se ha hablado también de sinarquía, masonería; apuntan tendencias hacia el marxismo como el "Movimiento cristianos para el socialismo" y el "Tercer Mundo Latinoamericano". En fin, es un movimiento complejo que se presenta como católico pero que siempre ataca la doctrina tradicional de la Iglesia. Realmente no estábamos acostumbrados a ver estos intentos renovadores que han acarreado la muerte de nobles empeños en sacerdotes, religiosas y religiosos; no es posible pensar en una renovación legítima cuando hubo tantas apostasías de la fe y de la religión; aun hoy día, las mejores vocaciones se ven malogradas por tener que "digerir" las reformas del "Concilio" paralelo. Hemos sido formados en el respeto al episcopado y a la jerarquía eclesiástica; ahora tenemos que estudiar cada caso, para ver si ese respeto se justifica o no. El amor por la Iglesia no puede encarnarse en realizaciones visibles; la libertad de cultos o las tenidas ecuménicas podrán respetarse, pero no despiertan ningún entusiasmo fuera de las fronteras de la nueva iglesia sin límites bien definidos con el protestantismo.

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