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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

15 de enero de 2011

Deprisa, deprisa...




por el R.P. Terzio


Visto y tomado de Ex Orbe












inalmente tendremos un beato súbito. Comparando con lo que costaba sacar adelante una causa de beatificación-canonización cuando las causas de los Santos se llevaban con más rigor, después de todo cinco años no son nada, tratándose de lo que se trata.

Pero entiendo que lo que se trata es algo muy grave, porque beatificar/canonizar no es cuestión baladí. Aunque la ligereza con la que se reformó el procedimiento canónico por voluntad del nuevo próximo beato súbito haya rebajado tan notablemente las graves consideraciones que todo proceso de canonización debe (debería) tener.

Por ejemplo, si el antiguo promotor fidei, esa figura temible conocida popularmente como "abogado del diablo", hubiera estado vigente, el proceso del beato súbito no hubiera durado ni un mes. O no se hubiera incoado, siquiera. Ahora que ya no hay abogados del diablo, se sabe (se prueba) que las causas de beatificación-canonización progresan adecuadamente, sin obstáculos casi. Si interviene el entusiasmo, como en este caso, la garantía de concluir el proceso en breve es una más que probabilidad.

¿Y los milagros etc.? Milagros etc. tienen otras causas, muy bien estudiados y contrastados. Pero son causas paradas, en stop, una situación que se dice, en términos canónicos, dilata sine die. Si no de derecho, sí de hecho. Por ejemplo, y sir más lejos, la causa del venerable Pio XII, detenida por el complejo/tráuma judío y la prudente consideración de que no es oportuna su conclusión. El resultado es ese estado quasi de letargo, latente, en que se ralentizan algunas causas hasta que les llega el momento oportuno. Como fue el caso del beato Pio IX, emparejado en la beatificación con Juan XXIII, para hacer pasar al uno por el otro, dada la antipatía que en algunos sectores políticos de Italia se le tenía al Papa antagonista (víctima) del Risorgimento.

Es decir, que se escoje a quien se quiere y se prefiere una causa y no otra, pretiriendo a unos y promoviendo a otros. Todo sin faltar al orden canónico, sin prevaricar canónicamente, con toda justicia y rectitud. Sí. Pero seleccionando y ordenando las precedencias, urgiendo unas causas y dejando a su ritmo natural/sobrenatural otras. Qué duda cabe que, en este sentido, la causa del beato súbito ha sido una causa, más que urgente, urgida.

¿Y por qué esta urgencia? Yo creo que por evitar complicaciones ulteriores que la impedirían o - por lo menos - la demorarían considerablemente. Más de una vez he comentado que a Juan Pablo IIº o lo canonizan pronto, o no se canonizará. Se trata de una de esas figuras cuya impresión se modera considerablemente en cuanto se aleja uno del personaje y sus fuertes impresiones. Quiero decir, entre otras cosas, que es distinta la estampa del Papa animoso y entusiasta, desafiante y optimista, tenaz y sacrificado, al otro perfil de Juan Pablo IIº y su pontificado que se ha ido descubriendo desde el año 2005 hasta el presente. No refiero hechos porque ni me resulta agradable citarlos, ni lo juzgo necesario, suponiendo que el que lea esto sabrá a qué me puedo estar refiriendo. Correr un tupido velo es, muchas veces, una necesidad piadosa, que, sin embargo, no supone suspender el juicio crítico sobre las cosas y sus protagonistas.

Absolutamente, sostengo que cinco años son insuficientes para ponderar un pontificado tan extenso y prolífico en acontecimentos y hechos como el de Juan Pablo II. Tanto más si se trata de emitir un juicio definitivo y terminante sobre el mismo, ya que eso es, en cierta manera, lo que supone beatificarle. Si con la persona van también sus hechos, me parece patente que ciertos actos del Papa Wojtyla son bastante cuestionables. Y algunos, como la aberración de Asís 1986, insostenibles.

Recuerdo un libro titulado "La fabricación de los santos" de un tal Kenneth Woodward, del año 1990, más o menos; un periodista católico americano que escribió un reportaje divulgativo sobre el tema de las canonizaciones, bastante crítico, con algunas tesis poco católicas. Pero recogía interesantes testimonios de algunos de los más famosos y activos postuladores de causas de santos de aquellos años, ya en plena época de las poli-beatificaciones y canonizaciones juanpablistas. En uno de los capítulos en que se tocaba el particular de las canonizaciones de los Papas, el famoso padre Gumpel (uno de los postuladores de la Compañía de Jesús que, entre otras, defiende la causa de Pio XII) dice expresamente que - "...no deberíamos dar la impresión de que el papa (quiere decir todos los papas) es necesariamente un candidato a la santidad". A continuación, el periodista escritor comentaba lo dificil que va a ser librarse de esa impresión, hoy tan generalizada entre los católicos, dado el frenesí de gloria (dice él) que la presencia del Papa (sobre todo en sus viajes y encuentros multitudinarios) suscita entre los fieles.

Qué duda cabe que el caso de Juan Pablo II y su súbita beatificación es un patente caso de esto último.

Por supuesto, quede constancia de la obediente obsequiosidad con la que el que esto escribe acogerá/acatará al beato súbito (y al santo, si llega). Pero conste también que a los Santos en particular se les tiene devoción libre y concreta, sin obligación de encenderles velas a disgusto. Así que, supongo, al beato súbito le profesaré devoción global, sumaria, en el totum de la Communio Sanctorum.

Y Dios proveerá.


p.s. Por cierto, aquí dejo una breve impresión del tal Kenneth Woodward sobre el santo súbito original, en Abril del 2005.

Concepción Católica de la Economía (4)







Por el R.P. Julio Meinvielle

Edición de los Cursos de Cultura Católica. Impreso por Francisco A. Colombo, 19 de septiembre de 1936.
Tomado de Stat Veritas









CAPITULO IV

LAS FINANZAS


l exponer en el primer capítulo la naturaleza del capitalismo, descubrimos su ley fundamental que se resume en su definición: "aceleración del lucro por la aceleración de la producción y del consumo". El lucro, infinito, insaciable, rige toda la ordenación económica moderna, de suerte que se consume para producir y se produce para ganar. La producción regula el consumo y las finanzas rigen la producción. Demostramos cómo una economía regida por este vicio capital debía resultar una economía nefasta para el hombre y nefasta consigo misma, porque había de llevar en sus entrañas su propia ruina sin poder jamás, ni siquiera por un instante, proporcionar el bienestar económico del hombre.


En los dos capítulos anteriores expusimos la ordenación de la producción, agrícola e industrial, y justificamos los conceptos de propiedad, trabajo y capital. Pero en la exposición de estos conceptos, nos esforzamos continuamente por advertir la inutilidad de todo ordenamiento mientras las finanzas que rigen hoy, con sacudidas violentas, la vida económica, no vuelvan a su función propia.

He aquí que en este cuarto capítulo acometemos el estudio de las finanzas. Es éste pues, la clave de estas páginas, a menos como explicación y crítica del capitalismo. El estudio de las finanzas nos va a revelar el punto fundamental que sostiene toda la economía moderna, llamada capitalismo; nos va a descubrir la raíz de la presente crisis económica, crisis definitiva, insoluble. Podrá sentirse algún alivio, pero será éste como la mejoría que preludia el desenlace fatal del agonizante.

Sin embargo, como no es nuestro intento primordial criticar el capitalismo, sino exponer la concepción católica de la economía, procuraremos que en el curso del presente capítulo aparezca la nítida noción católica sobre la moneda, el capital y el crédito.

Las verdaderas riquezas

Pues bien, las verdaderas riquezas son las llamadas por Santo Tomás (II-II q.118, a. 2) riquezas naturales, o sea: los productos de la tierra y de la industria, porque sólo ellas pueden remediar la indigencia y proporcionar la suficiencia de bienes para vivir virtuosamente. Por esto, el Jefe de casa y el político prudente adquieren y atesoran estas riquezas tan útiles para la comunidad doméstica y política, porque sin lo necesario para la vida no es posible el gobierno de la casa o de la ciudad. (Com. de Santo Tomás a “Politicorum liber I, lectio II, de Aristóteles) .

Pero su adquisición presupone su producción. Una vez producidas, es necesario que circulen para que las producidas por nosotros lleguen a los demás y les aprovechen, y en cambio las producidas por ellos nos aprovechen a nosotros. Es necesario, pues, permutar las riquezas naturales.

Evidentemente que en la primera comunidad doméstica no fué necesario este intercambio, porque como todo se producía en casa y todo pertenecía al jefe de la familia, éste distribuía el trabajo y repartía sus productos. Pero a medida que se formaron los pueblos y ciudades, apareció una elemental división del trabajo, y se hizo imperiosa la permuta de las riquezas naturales, conocida con el nombre de trueque. (Santo Tomás, ib. lección VII).
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15 de Enero, Festividad de San Pablo, Primer Ermitaño











a aparición de Pablo en el escenario de la vida puede compararse a la de un meteoro cuyo paso es señalado únicamente por medios potentes de captación. En su larga carrera mortal pasó San Pablo desapercibido a los ojos del común de los mortales, y sólo la mirada de águila de San Jerónimo logró captar los destellos de virtud que irradiaba su personalidad desde las fragosidades del desierto de la Tebaida.

Pero hubo un tiempo en que este testimonio de San Jerónimo sobre la vida y virtudes de San Pablo se puso en tela de juicio, y se dudó incluso de la originalidad de su información sobre el santo ermitaño. En efecto, en nombre de la crítica histórica se lanzó la hipótesis de que el Santo Doctor se inspiró en su obra en una versión griega anterior. El famoso padre Juan Bolando afirmó que la redacción latina jeronimiana no era original. Amelineau encontró un texto copto de la vida de San Pablo conteniendo restos de una narración compuesta por un discípulo de San Antonio Abad y utilizada por San Jerónimo. Actualmente se admite que los escritos griegos en torno a la vida de San Pablo dependen del texto jeronimiano. De esta manera la critica histórica, después de dimes y diretes, ha confirmado la solidez histórica de unos brevísimos datos que San Jerónimo ha recogido de fuentes autorizadas, para que sirvieran de ejemplo a los mortales que aspiran a una vida perfecta. Como San Antonio Abad encontró en San Atanasio un digno biógrafo, le fue dado también a San Pablo contar con la pluma autorizadísima de un gran doctor de la Iglesia.

Se cree que nació San Pablo hacia el año 228. Su casa natal apenas se diferenciaba de las de sus conciudadanos menos favorecidos por la fortuna, obradas con adobes de limo del Nilo, secados al sol. Sus padres eran ricos y hacendados. No sabemos cuáles eran las relaciones de la familia con los poderes de ocupación. Desde hacía casi dos siglos Egipto había perdido su independencia para incorporarse, al igual que otros pueblos de Africa y Asia, al vasto Imperio romano. Las órdenes de los césares romanos cruzaban el mar y llegaban a Egipto a través de los funcionarios imperiales. Pero sucedía muchas veces que, a pesar de las promesas de los emperadores, y en contra de su voluntad, no se hacia justicia al pueblo que enviaba sus barcos cargados de víveres a la capital del Imperio y alimentaba a funcionarios y soldados estacionados en su suelo. La familia de Pablo estaba obligada, como cualquier otra, a pagar los gastos de las tropas de ocupación y a contribuir con su tributo al erario imperial.

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14 de enero de 2011

Personajes olvidados, obviados y silenciados




Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros

Confesor de Isabel de Castilla, Canciller de Castilla, Cardenal de Toledo, Primado de España, Regente de Castilla, Fundador de la Universidad Complutense, y Santo Varón.












ació en Torrelaguna (Madrid) el año 1436, y murió en Roa (Burgos) el 8 d noviembre de 1517. Hijo de un hidalgo de escasa fortuna, Cisneros ha llegado a ser, por un conjunto de circunstancias ajenas enteramente a su voluntad, uno de los más excelsos personajes de la historia de España. Por su formación era un universitario, estudiante en Alcalá, graduado en Salamanca y viajero a Roma.

El 22 de enero de 1471 es nombrado por Paulo II arcipreste de Uceda, con sorpresa y desagrado del arzobispo de Toledo, D. Alfonso Carrillo. A esta decisión llegaba el pontífice al ser informado por el mismo Cisneros de una grave infracción de la jurisdicción eclesiástica hecha por su antecesor Pedro García de Guaza. Cisneros defendió tenazmente su derecho al arciprestazgo contra la oposición del arzobispo, siendo, por este motivo, sancionado con largos años de cárcel por el turbulento prelado. Termina su dura prisión logrando, al parecer, su intento. Pero, ante el temor de otras represalias, decide, con la protección del cardenal González de Mendoza, pasar al obispado de Sigüenza en donde es nombrado capellán mayor en 1480.

Cisneros es ya un hombre maduro, hecho al sufrimiento y a la reflexión. Siente inquietud interior y en 1484 da un viraje radical a su vida. Descubre su vocación al retiro y decide hacerse franciscano de la Observancia. Recibido en la Orden, probablemente en el convento de San Juan de los Reyes (Toledo), recientemente edificado por los Reyes Católicos, cambia su nombre de pila -Gonzalo- por el de Francisco y pasa a vivir en los conventos de El Castañar y La Salceda, herederos de la espiritualidad de Pedro de Villacreces. Transcurren diez años de entusiasmo en la soledad eremítica, que en 1492 se ve comprometida por su elección para confesor de la reina Isabel.

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Biografía de Santo Tomás de Aquino (6)











por Gilbert K. Chesterton

Tomado de La Editorial Virtual











VI - Aproximación al Tomismo


l hecho que el tomismo sea la filosofía del sentido común es, en si mismo, una cuestión de sentido común. No obstante, esto requiere cierta explicación porque por demasiado tiempo hemos tomado estas cuestiones en un sentido muy poco común. Para bien o para mal, Europa desde la Reforma – y más especialmente todavía Inglaterra desde la Reforma – ha sido en cierto peculiar sentido el hogar de la paradoja. Por sentido peculiar quiero decir que la paradoja se sentía como en su casa y que las personas se sentían cómodas con ella. El ejemplo más familiar es la fanfarronada inglesa sobre que los ingleses son prácticos porque no son lógicos. A un griego de la antigüedad, o a un chino, esto le parecería exactamente igual a decir que los oficinistas de Londres son buenos para sumar las columnas de sus libros contables porque no son exactos en aritmética. Pero la clave no reside en que ésa es una paradoja sino en que la paradoja ha devenido en ortodoxia; en que las personas descansan sobre una paradoja tan plácidamente como sobre un lugar común. No es que la persona práctica esté parada de cabeza – algo que a veces puede llegar a ser una gimnasia estimulante aunque sorprendente – es que descansa sobre su cabeza y hasta duerme de cabeza. Y esto es un detalle importante porque la función de la paradoja es la de despertar la mente. Tómese una buena paradoja, como aquella de Oliver Wendell Holmes: “Dadnos los lujos de la vida y renunciaremos a las necesidades.” Es divertida y por lo tanto llamativa; tiene un aire de desafío; contiene una verdad real aunque romántica. Es, en su totalidad, parte de la broma que se expresa casi bajo la forma de una contradicción en los términos. Pero la mayoría de las personas estará de acuerdo en que existiría un considerable peligro en fundamentar todo el sistema social sobre la noción de que las necesidades no son necesarias; como que algunos han basado toda la Constitución Británica sobre la noción de que el sinsentido siempre terminará funcionando como un sentido común. Aunque, incluso en esto, se puede decir que el odioso ejemplo se ha difundido y que el sistema industrial moderno realmente nos dice: “Dadnos lujos tales como el jabón perfumado y renunciaremos a necesidades tales como el trigo”.

Hasta aquí todo eso es familiar, pero lo que ni siquiera ahora se ha percibido es que no solamente la política práctica sino que también las filosofías abstractas del mundo moderno han sufrido esta extraña tergiversación. Desde que el mundo moderno comenzó allá por el Siglo XVI, nadie formuló un sistema filosófico que realmente se haya correspondido con el sentido de realidad de todo el mundo; con eso que las personas comunes, abandonadas a sí mismas, llamarían sentido común. Cada uno de estos sistemas comenzó con una paradoja; con un punto de vista peculiar que demandaba el sacrificio de lo que sería el punto de vista cuerdo. Eso es lo único que tienen en común Hobbes y Hegel, desde Kant y Bergson hasta Berkeley y William James. Una persona tenía que creer algo que no creería ninguna persona normal si ese algo le fuese planteado a su simplicidad; como que la ley está por encima del derecho, o que el derecho está fuera de la razón, o que las cosas son tan sólo como las pensamos, o que todo es relativo a una realidad que ni siquiera existe. El filósofo moderno alega, como irradiando confianza, que una vez que le concedamos esto, el resto será fácil; que él enderezará al mundo si se le permite retorcer la mente tan sólo una vez.

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14 de enero, San Hilario de Poitiers, Obispo, Confesor y Doctor


Vida y milagros de San Hilario de Poitiers

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an Agustín dice de él: "es un ilustre Doctor de nuestra Santa Iglesia". Y San Jerónimo lo llama: "Hombre de gran elocuencia; trompeta de Dios para alertar a la verdadera religión contra la herejía" y añade "San Cipriano y San Hilario son dos inmensos cedros que Dios trasplantó del mundo hacia su Iglesia".

Nació en Poitiers (Francia) en el año 315, de familia pagana que le proporcionó una esmerada educación. Hizo sus estudios en su ciudad y en Roma y Grecia durante diez años. Se ejercitó en la poesía, aprendió elocuencia y estudió mucho la filosofía de Platón.

Durante sus años de estudio supo librarse del ambiente de corrupción que había entre los estudiantes y el llevar una vida honesta y virtuosa le sirvió muchísimo para mantener su cerebro despejado para aprender mucho y retener lo aprendido.

Los paganos decían que había muchos dioses, y esto le fastidiaba a él. Por eso cuando leyó la Biblia se entusiasmó al encontrar allí la idea de que no hay sino un solo Dios, eterno, inmutable, Todopoderoso, Principio y fin de todas las cosas.

El libro que lo convirtió fue el Evangelio de San Juan, pero él mismo cuenta en su autobiografía que el libro que lo acompañó toda su vida y que le sirvió de meditación cada día fue el evangelio de San Mateo.

A los 30 años vivía atormentado con la idea de cuál sería el destino que nos espera en la eternidad, cuando encontró el evangelio de San Juan y allí al leer que "El Hijo del Dios se hizo hombre, para salvarnos", en esa noticia encontró la respuesta a sus dudas. A él le sucedió lo que le ha pasado a muchísimos santos: que una buena lectura ha cambiado toda su vida.

Era casado y tenía una hija. En el año 345 se hizo bautizar junto con su esposa y su hija.

Desde entonces se dedicó con toda su alma a leer y estudiar la Sagrada Escritura y dejó toda lectura simplemente mundana.

Venancio Fortunato, que escribió su biografía, cuenta que la vida de este hombre era tan virtuosa y tan de buen ejemplo, que la gente decía que más parecía un santo sacerdote que un hombre casado.

El año 350 murió el obispo de Poitiers y el pueblo aclamó como obispo a Hilario. Su esposa y su hija, que se habían vuelto muy santas, se retiraron a vivir como fervorosas religiosas, y nuestro santo fue nombrado obispo.

Desde entonces Hilario se dedica a la ocupación que va a ser el oficio principal del resto de su vida: combatir a los herejes arrianos que decían que Jesucristo no era Dios. Arrio fue un hereje que se dedicó a enseñar que Jesucristo no es Dios sino un simple hombre. Los obispos de todo el mundo se reunieron en el Concilio de Nicea (año 325) y proclamaron que Jesucristo sí es Dios, y que el que niegue esta verdad queda fuera de la Iglesia Católica. Pero el emperador Constancio se dedicó a apoyar a los arrianos y a perseguir a los verdaderos cristianos. Nombraba obispos arrianos en las ciudades principales y desterraba a los obispos que proclamaran la divinidad de Jesús.

Hilario organizó la resistencia de todos los obispos católicos de Francia, contra los obispos arrianos. En Paría reunió a los obispos católicos y éstos condenaron a los que seguían a Arrio.

Pero los arrianos lo acusaron ante el Emperador, y Constancio decretó el destierro de Hilario hasta Frigia, más allá del Mar Negro. Allá estuvo desterrado por cuatro años. Pero este destierro que le hizo sufrir mucho, le fue también muy provechoso porque allá aprendió el idioma griego y pudo leer los libros de los más grandes sabios cristianos de la antigüedad en oriente, y aprendió también la costumbre de entonar muchos cantos durante las ceremonias religiosas. Durante su estadía en Oriente adquirió una importantísima documentación para los famosos libros que luego iba a publicar en favor de la religión. Jamás despreció una ocasión para aumentar sus conocimientos religiosos.

Pero en Constantinopla fue invitado a un Concilio de los arrianos, y allá habló tan maravillosamente explicando la divinidad de Jesucristo, que los herejes pidieron al emperador que lo expulsara otra vez hacia occidente, porque podía convencer a toda esa gente de que Jesucristo sí es Dios. Y el gobernante dio el decreto de que quedaba expulsado hacia Francia. Y así pudo volver a su país. La gente decía: "Hilario fue expulsado hacia oriente por hablar muy bien de Jesucristo en occidente. Y fue expulsado hacia occidente por hablar muy bien de Jesucristo en oriente".

En el año 360 Hilario entraba otra vez triunfante a su diócesis de Poitiers, en medio del júbilo más indescriptible. San Jerónimo dice que Francia entera se volcó a los caminos a recibirlo como a un héroe que volvía victorioso después de luchar sin descanso contra los que decían que Jesucristo no era Dios. Y Nuestro Señor para demostrar la santidad del gran obispo le concedió hacer varios milagros. El más sonado fue la resurrección de un joven que ya llevaban a enterrar.

Llegado otra vez a su ciudad, el santo se dedicó sin descanso a defender la verdadera religión y a combatir la herejía de los arrianos. En uno de sus escritos pone a Dios por testigo de que el fin principal de toda su vida es emplear todas sus fuerzas en hacer conocer más a Jesucristo y hacerlo amar por el mayor número de personas que sea posible.

A las personas que iban a consultarle les recomendaba que todas sus acciones las empezaran y terminaran con alguna oración.

Y redactó luego su libro más famoso llamado "La Trinidad". Es lo mejor que se escribió en toda la antigüedad acerca de la Santísima Trinidad. También publicó un Comentario al Evangelio de San Mateo y un Comentario a los Salmos.

Otra gran obra de San Hilario fue reunir un grupo de personas fervorosas y enseñarles a vivir en comunidad, lejos de lo mundano, dedicándose a la oración, a la penitencia, al trabajo y a la lectura de la Sagrada Biblia. Entre las religiosas estaban su esposa y su hija. Entre los religiosos el más ilustre fue San Gregorio de Tours, que fundó después el primer monasterio de su país, Francia.

En oriente había aprendido que los arrianos y los gnósticos, para atraer gentes a sus cultos entonaban muchos cantos. Y él, que era poeta, se dedicó a componer cantos y a ensayarlos y hacerlos cantar en las ceremonias religiosas de los católicos. San Isidoro dice que el primero que introdujo en Europa la costumbre de entonar himnos cantados durante las ceremonias religiosas fue San Hilario. Años más tarde San Ambrosio introduciría esa costumbre en su catedral de Milán y los herejes lo acusarán ante el gobierno diciendo que por los cantos tan hermosos que entona en su iglesia les quita a ellos sus clientes que se van a donde los católicos porque allá cantan más y mejor.

Una gran cualidad tenía este santo: era extremadamente cortés y bondadoso. Cuando defendía la verdad cristiana contra los errores de la herejía era un retumbante polemista, pero cuando trataba de convencer a los otros para que amaran a Jesucristo, era un bondadoso padre y un dad tenía este santo: era extremadamente cortés y bondadoso. Cuando defendía la verdad cristiana contra los errores de la herejía era un retumbante polemista, pero cuando trataba de convencer a los otros para que amaran a Jesucristo, era un bondadoso padre y un buen pastor. La gente decía: en sus discursos es un león aterrador. En sus charlas personales es un manso cordero. En la lucha era muy humano, pero en la victoria era extremadamente bondadoso y muy comprensivo. Cuando un arriano dejaba sus errores, y volvía a creer como los católicos, ni siquiera permitía que le quitaran el cargo que antes tenía. No quería humillar a nadie sino salvar a todos.

Los últimos años de su vida los empleó en defender de palabra y por escrito la divinidad de Cristo y la verdadera religión en Francia e Italia. Y logró que a la muerte del emperador Constancio, la Iglesia, que estaba siendo tan perseguida, volviera a resurgir con admirable rapidez en los países de occidente.

En 1851, el Papa Pío Nono declaró a San Hilario "Doctor de la Iglesia", por la defensa heroica y llena de sabiduría que hizo de la divinidad de Jesucristo.

El año 368, cuando estaba para morir, los presentes vieron que la habitación se llenaba de una extraordinaria luz que rodeaba el lecho del moribundo. Quedaron deslumbrados, pero apenas el santo entregó su espíritu, la luz desapareció misteriosamente.

13 de enero de 2011

Tarde... pero seguro



Venite adoremus

Luciano Pavarotti



Venite Adoremus

Anfrea Bocelli

El auténtico significado de la embestida contra el Crucifijo


“Su memoria está por doquier.
En las paredes de las iglesias y de las escuelas,
en las cimas de los campanarios y de los montes,
en las ermitas de los caminos,
a la cabecera de las camas y sobre las tumbas,
millones de cruces recuerdan la muerte del Crucificado.

César ha dado, en sus tiempos, más ruido que Jesús,
y Platón enseñaba más ciencias que Cristo.
Todavía se habla del primero y del segundo;
pero ¿quién se acalora por César o contra César?
Y ¿dónde están hoy los platonistas o los antiplatonistas?
Cristo, por el contrario, está siempre vivo entre nosotros.
Hay todavía quien le ama y quien le odia.
Hay una pasión por la Pasión de Cristo y otra por su destrucción.
Y el encarnizamiento de tantos contra Él dice que no está todavía muerto.
Los mismos que se esfuerzan en negar su existencia y su doctrina
se pasan la vida recordando su nombre”.
Giovanni Papini


Por Juan Carlos Monedero (h)


Visto y tomado de Fe y Tradición Radio



uando Plutarco Calles levantó triunfante su copa, exclamando que la guerra desatada contra la Iglesia ya llevaba dos mil años, el desdichado no tenía idea de lo importante que serían sus palabras para recordarles a los católicos –cuando ellos lo olvidaran– la sentencia de Job: la vida sobre la tierra no puede ser sino milicia.

Ayer amenaza, hoy esta frase resulta consoladora para los que observan perplejos cómo los referentes religiosos optan sistemáticamente por la omisión de toda hipótesis de conflicto cuando las cuestiones religiosas y las públicas comienzan a rozarse, tal como está ocurriendo a propósito del debate en torno a los símbolos religiosos en los espacios públicos, concretamente en torno al Crucifijo. Tanto la frase de Calles como las palabras de Voltaire –que pronosticó la muerte de la Iglesia– desempolvan en el momento actual viejas verdades, que de tan olvidadas que estaban parecen nuevas.

El odio al crucifijo nos recuerda la guerra al Crucificado.

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Los mencionados proyectos provenientes de Europa han sido objeto de distintas declaraciones; también en nuestro país algunas figuras se pronunciaron. No es sorpresa observar –en uno y en otro territorio– a las fuerzas socialistas, socialdemócratas y liberales unidas en pos de un mismo objetivo: la erradicación del crucifijo. La misma liga de ateos racionalistas del viejo continente impulsa esta medida. Si todas estas fuerzas combaten al catolicismo, éste a su turno condenó sus principios, ideología, praxis, sus innumerables crímenes, sus bajezas conocidas, su moral acomodaticia, su ambición desordenada.

El proyecto abreva en el espíritu laicista: la pretensión moderna de separar (no sólo distinguir) lo sobrenatural de la naturaleza, relegando lo primero al ámbito privado y subjetivo, mientras que lo segundo sería el ámbito de las cosas como son, independiente de las “respetables” pero, al fin de cuentas, íntimas creencias. Así definida, la religión –siempre y cuando se guarde de trascender esas fronteras– no sería criticable.

Pero los crucifijos están en zonas públicas. De esta suerte, el laicismo –luego de pretender destronar a Cristo como Rey de las sociedades– busca eliminar los vestigios de un Orden Social que fue cristiano. Si este proceso pasó, entre otros momentos, por la supresión los nombres cristianos tales como María, Bautista, José, Trinidad, Isabel, Magdalena (como lo admitieron anarquistas y comunistas), hoy el movimiento de “desmitificación” de la realidad encuentra nuevos adversarios.
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Santoral del 13 de Enero

  • Conmemoración del Bautismo de N. S. J.
  • San Godofredo, Abad
  • San Potito, Mártir
  • Santa Glafira, Virgen
  • Santos Gumersindo y Servideo, Mártires
  • San Berno, Abad de Cluny
  • Santos Hermilo y Estratónico, Mártires
  • San Agrecio, Obispo de Tréveris
  • Beato Godofredo de Kappenberg, Conde y Religioso
  • Beata Verónica de Binasco, Virgen
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.


CONMEMORACIÓN DEL BAUTISMO
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO




Estaba San Juan Bautista en las orillas del Jordán bautizando y exhortando a penitencia, cuando llegó a él el Salvador del mundo, de treinta años de edad. Al acercarse al Bautista, conoció éste, por luz sobrenatural, que el que venía a pedirle el bautismo era el Mesías verdadero; y así, al ver al Salvador, exclamó: Pues qué, Señor, ¿Vos venís a mí a ser bautizado, cuando debo yo ser bautizado de Vos? EL Señor le contestó que convenía sujetarse a los decretos de la divina Sabiduría. Abrióse el Cielo y vio San Juan que el Espíritu Santo bajaba sobre Jesucristo en figura de paloma, y al mismo tiempo oyó una voz que decía: Este es mi Hijo querido, en el que tengo Yo todas mis complacencias.

Bautizándose Jesús, nos enseñó la necesidad del bautismo para todos, y además su humildad, autorizó el bautismo del Bautista; el Espíritu Santo declaró la divinidad del Salvador, y por último, santificó las aguas habilitándolas para redimir los pecados.


12 de enero de 2011

Concepción Católica de la Economía (3)





Por el R.P. Julio Meinvielle


Edición de los Cursos de Cultura Católica. Impreso por Francisco A. Colombo, 19 de septiembre de 1936.

Tomado de Stat Veritas









CAPÍTULO III

LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL

En el primer Capítulo estudiamos el concepto mismo de economía, Y demostramos, que la economía por su objeto formal próximo, o sea la procuración de bienes materiales útiles al hombre, busca el perfeccionamiento del hombre en su aspecto material; de donde, es esencialmente humana o moral.
Moral, no porque se ocupa de ella el hombre (también se ocupa de la química y de la física, y éstas no son ciencias morales) ni porque las construye o edifica (también construye obras de arte, y éstas no son de suyo morales), sino porque la economía está ordenada, por su misma naturaleza, al servicio del hombre. Una economía que no sirviese al hombre, que no contribuyese a su bienestar humano, bienestar social universal, común, y no tan sólo de una clase, no es economía. De aquí que el Capitalismo no sea economía; que el Socialismo no sea economía. Los tratadistas modernos y las universidades modernas, que multiplican las teorías económicas, mejor dicho las fórmulas de acrecentar las riquezas, ignoran la economía. Habrá en todos estos sistemas y estudios un derroche aprovechable de técnica, de observaciones económicas que podrían integrarse saludablemente en la economía; pero esta integración no se ha realizado, sino que, por el contrario, estos elementos económicos han sido incorporados en la concepción antieconómica de la Economía moderna por lo cual ha resultado una máquina devoradora del bienestar humano. En una palabra: la Economía moderna es antieconómica.

En el segundo capítulo estudiamos el fenómeno producción de la tierra, y denunciamos el trastorno de la Economía moderna, que tiende por su esencia, aceleración del lucro, a absorber la producción de la tierra en la producción industrial y comercial. Afirmamos que era necesario que la producción de la tierra recobrase el lugar primero de función reguladora de toda la producción a que le destina la misma realidad económica. Ciertos países podrán dar mayor impulso a la industria, mientras otros, por sus condiciones geográficas, lo darán a la agricultura y a la ganadería. Pero el ritmo económico mundial no deberá estar arrastrado por el mercantilismo o industrialismo, y aún, un determinado País no abandonará su agricultura para dedicarse exclusivamente a la industria. Ha sido este el gran error "contra naturam" cometido por Inglaterra en los albores del capitalismo y sancionado definitivamente en 1842 con la ley de los cereales. Error cuyas consecuencias mortales está experimentando ahora, cuando se encuentra sin la agricultura que proporciona el sustento primario del hombre y sin mercados donde colocar sus productos industriales pasados de moda.

Propiciamos, como necesario, y aún como impuesto por el mismo ritmo francamente proteccionista de la economía mundial, el retorno a una producción económica, tipo rural en oposición a urbano, doméstico en oposición a mercantil.

La producción industrial

¿Y la producción industrial? ¿Será necesario sepultar como inútil la estupenda expansión de la técnica y de la máquina? De ninguna manera. Será tan solo necesario asignarle un lugar secundario ya que viene a satisfacer necesidades del hombre también secundarias. A nadie se le hará difícil admitir esto, si tiene en cuenta que sólo es economía aquella que perfecciona al hombre, que satisface su bienestar material humano; ahora bien, este bienestar es jerárquico: porque primero es comer, después vestirse y habitar, y sólo después gozar de lo superfluo, que preferentemente suministra la industria. Luego, también debe ser jerárquica la producción. La tierra ha de primar sobre la industria. Al proponer esto me hago perfecta cuenta que ha de parecer blasfemia a los que creen en el confort y conciben la misión del hombre sobre la tierra según el tipo esbozado por el presidente Hoover, cuando dice: "El hombre que tiene un automóvil standard, un radio standard y una hora y media de trabajo diario menos, tiene una vida más colmada y más personalidad de la que poseía antes".

Otra cuestión es saber si será posible restituir la industria al lugar secundario que le corresponde.
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12 de Enero, San Arcadio, Mártir





as actas de este santo no mencionan la fecha de su martirio. Algunos autores lo sitúan en el reinado de Valeriano, otros en el de Diocleciano. Parece que el martirio tuvo lugar en alguna ciudad de la Mauritania, probablemente en Cesarea, la capital. La persecución estaba en todo su furor; los soldados irrumpían en las casas a la menor sospecha; si encontraban cristianos, los maltrataban sin esperar la sentencia del juez. Cada día se cometían nuevos sacrilegios; los fieles se veían obligados a asistir a los sacrificios paganos, a transportar por las calles las víctimas coronadas de flores y a quemar incienso ante los ídolos. En tan terribles circunstancias, Arcadio se retiró a la soledad; pero su fuga no permaneció oculta mucho tiempo. El gobernador de la ciudad, al saber que no se había presentado a los sacrificios públicos, envió un piquete de soldados a buscarle en su casa; éstos tomaron preso a un pariente de Arcadio. y el gobernador ordenó que le guardaran como rehén, hasta que el prófugo se presentara.

Al saberlo, nuestro mártir volvió a la ciudad y se entregó al juez, diciendo: "Librad de las cadenas a mi pariente, pues yo he venido a rendir cuentas de mi persona y a declararos que él ignoraba dónde estaba yo escondido". El juez le respondió. "No sólo estoy dispuesto a perdonar a tu pariente sino también a ti, a condición de que sacrifiques a los dioses". Arcadio se rehusó a ello, y el juez dijo a los verdugos: "Tomadle y hacedle desear la muerte. Cortadle los miembros parte por parte; tan lentamente, que comprenda este villano lo que significa abandonar a los dioses de sus padres por una divinidad desconocida". Los verdugos arrastraron a la nueva víctima al sitio donde muchas otras habían sufrido por Cristo. Arcadio tendió el cuello dispuesto a recibir el golpe, pero el verdugo le ordenó que extendiese el brazo, y le fue cortando parte por parte, desde los dedos hasta el hombro. Después procedió a ejecutar la misma operación con el otro brazo y con las piernas. El mártir presentó uno a uno los miembros con invencible valor, repitiendo: "Señor, enséñame tu sabiduría" porque los verdugos se habían olvidado de cortarle la lengua. Al fin de la tortura, del cuerpo de Arcadio no quedaba más que el tronco. Viendo el mártir las partes de su cuerpo que yacían a su alrededor, las ofreció a Dios con estas palabras: "Felices de vosotros, miembros míos, que pertenecéis ya a Dios, pues habéis sido sacrificados a causa de Él". Después se volvió hacia el pueblo, diciendo: "Vosotros que habéis presenciado esta sangrienta tragedia, sabed que todos los tormentos son nada en comparación con la corona que me espera. Vuestros dioses son falsos, dejad de adorarles. Aquel por quien yo sufro, es el único Dios verdadero, y morir por Él es vivir". Arcadio murió pronunciando estas palabras, y los paganos se maravillaron de su milagrosa paciencia. Los cristianos recogieron los ensangrentados miembros y les dieron sepultura.

11 de enero de 2011

Las cosas buenas



por Juan Luis Gallardo




Tomado de Las cosas







e gustan las fogatas; me gusta su fragancia
que en otoño llenaba los parques de mi infancia:

follajes derrotados de pinos y eucaliptos
poblando los senderos de incendios circunscriptos;

holocaustos sencillos, vegetal sacrificio,
para impetrar la gracia de un invierno propicio.

Y me gustan los trenes, los magníficos trenes
cuyo paso recuerdan nostálgicos andenes:

grandes locomotoras que animaba el carbón
en feliz singladura rumbo a Constitución.

Me gustan los jazmines, leves constelaciones
de estrellas diminutas en tapias y portones.

Me gustan las estrellas, titilantes jazmines
floridos en la altura de nocturnos jardines.

Y me gustan las telas, esos rústicos paños
que albergan en su trama perfume de rebaños.

También me gusta el mate, su pausado ritual
nacido en la llanura, circunspecto y formal,

El vino de Borgoña, rotundo y saludable;
el vinito patero, de espíritu mudable.

Y me gustan las armas, su mecanismo inerte
que acata los mandatos de la vida y la muerte

Me gustan los revólveres, las finas espingardas
y las nobles espadas, las picas y alabardas.

Me gusta la escopeta que acompasa la marcha
suspendida del hombro en mañana de escarcha.

Me gusta el horizonte, ese límpido trazo
que suelda cielo y suelo, limitando el ocaso.

Y me gusta el ocaso, me gusta aquel crisol
donde arden los metales agónicos de sol.

Agónicos metales de contorno celeste
que se van apagando allá por el oeste.

Y me gustan los nombres, los nombres musicales
que designan precisos los puntos cardinales:

cada esquina del mapa se sostiene segura
en las cuatro columnas de su nomenclatura.

Me gustan las aldabas y me gustan las brújulas.
Me gustan como suenan las palabras esdrújulas.

Y me gustan las cúpulas. Me gustan las clemátides,
los pájaros, las ánforas, las clásicas cariátides.

Me gustan las dalmáticas de púrpura, los trípticos,
la acústica de los túneles y los símbolos crípticos.

Me gustan los discretos postigos de madera
y las casas de barrio con patio y con higuera:

casas bajas con largos zagüanes y cancel
de vidrios con bordes cortados en bisel.

Y me gustan los patios con frescura de parras;
con malvones, rayuela, canarios y guitarras.

Me gustan las charangas de la Caballería
y comprar panes tibios en la panadería.

Me gustan los deportes violentos. El vestuario
después de los partidos: su ambiente solidario,

su olor a linimento y los doctos debates
que analizan jugadas cual si fueran combates.

Me gustan las campanas de modestas capillas.
Me gustan los cencerros que rigen las tropillas.

Me gustan los cigarros, opulentos habanos
donde habitan sabores de climas antillanos;

los cigarros negros y el pulido naval
de las pipas talladas en raíz de nogal.

Me gustan las gragatas, me gustan los veleros,
me gustan los sonoros vocablos marineros:

bauprés, obenque, jarcia, pañol, arboladura,
bitácora, mesana, barlovento y amura.

Me gustan las almendras, la nuez y la avellana
y me gustan los curas vestidos con sotana.

Me gustan los soldados que llevan uniforme.
Me gustan las fachadas con un escudo enorme.

Y me gustan los reyes que reinan como reyes,
sin ningún Parlamento que le imponga leyes.

Me gustan los molinos, me gustan los pasteles,
me gustan las arañas de cristal con caireles.

Me gustan las estatuas, los coches de carreras,
las casillas prolijas de los guardabarreras.

Me gustan los colores de los vitrales góticos
y me gustan los mapas de países exóticos.

Los mapas con sus nombre misteriosos: Uganda,
Yucatán, Dardanelos, Calcuta y Samarkanda.

Me gustan los maníes que venden en la calle
y los libros usados de la Plaza Lavalle.

Me gustan los estantes con tomos alineados
que muestran en el lomo sus títulos dorados.

Me gustan los sonetos, los gruesos diccionarios,
los cuentos de fantasmas y los antifonarios.

Me gustan los ex libris con leyendas distintas,
me gustan las imprentas y su mundo de tintas.

Me gustan las veletas, también los pararrayos;
los caballos lobunos, alazanes y bayos.

Me gu stan las espuelas, las monedas de plata,
los macizos de hortensias, los cofres de pirata.

Y me gustan las vigas labradas de quebracho,
me gustan las encinas, los fresnos, el lapacho.

Me gustan los bastones de malaca y de boj
los números romanos de algún viejo reloj.

Me gusta de la lluvia su redoble minúsculo,
me gustan las banderas bajando en el crepúsculo.

Me gustan mis amigos, mi Patria, mi mujer,
mis hijos, mi apellido, mi Dios y mi deber.

(Perdón por este verso tan poco intelectual,
sin
traumas, sin protesta, ni angustia existencial.)

711-1492: ocho siglos que hicieron a España




por el R.P. Angel David Martín Rubio



Tomado de su sitio Desde mi campanario









n el año 2011, que ahora se inicia, se cumplen 1.300 años de la batalla de Guadalete que pone fin a la España visigoda abriendo un nuevo período histórico clausurado ocho siglos más tarde con la definitiva reconquista de Granada por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492.

Orígenes de la expansión islámica

Es bien conocido de todos el proceso de expansión militar protagonizado por los sucesores de Mahoma, el creador de la nueva religión llamada por él Islam (es decir, resignación-sometimiento a la voluntad de Dios), denominándose muslimes o musulmanes (resignados-sometidos) a los que la seguían.
En las décadas posteriores a la muerte del considerado Profeta se abrió desde la península arábiga una tenaza sobre el Mediterráneo que iba a derrotar a las estructuras políticas vigentes en Oriente y Occidente (como los Imperios persa y bizantino y el reino visigótico).

En Oriente, las victorias del emperador León III (717-741) contuvieron temporalmente un avance que reanudarían después con nuevo vigor los turcos seldjúcidas mientras que en Occidente fueron frenados definitivamente en los campos de Poitiers, al sur de Francia por las tropas a las órdenes de Carlos Martel (732). A largo plazo resultaría decisiva la configuración de una zona de resistencia en el norte de España con posterioridad a la batalla de Covadonga

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Biografía de Santo Tomás de Aquino (5)








por Gilbert K. Chesterton

Tomado de La Editorial Virtual















V. La verdadera vida de Santo Tomás

n este punto, aun en este bosquejo tan burdo y superficial sobre un gran santo está implícita la necesidad de escribir algo que no puede concordar con el resto; es lo único importante de escribir e imposible de escribir. Un santo puede ser cualquier clase de hombre, con una cualidad adicional que es a la vez única y universal. Podríamos incluso decir que lo único que distingue a un santo de un hombre común es su disposición a ser como los hombres comunes. En este sentido, la palabra “común” debe entenderse en su significado natural y noble, ligado al concepto del orden comunitario. Un santo está por lejos más allá de cualquier deseo de distinguirse; es la única clase de hombre superior que jamás ha sido una persona superior. Mas todo esto surge de un gran hecho central, que el santo no condesciende en llamar privilegio pero que es, en su misma naturaleza, una especie de privacidad y en ese sentido casi una forma de propiedad privada. Como con toda sana propiedad privada, el santo se da por satisfecho con tenerla; no desea limitar el número de personas que la tienen. Trata siempre de ocultarla por una especie de buenos modales celestiales y Tomás de Aquino trató de ocultarla más que la mayoría. Para llegar a ella, en la medida en que nos sea posible llegar, lo mejor será comenzar por los estratos superiores y llegar a lo que hubo adentro desde lo que fue más visible por fuera.

La presencia física de Santo Tomás de Aquino es, en realidad, más fácil de resucitar que la de muchos otros que vivieron antes de la época en que se comenzaron a pintar retratos. Se ha dicho que en su aspecto o porte físico había poco de italiano; pero me imagino que esto, en el mejor de los casos, es una comparación inconsciente entre Santo Tomás y San Francisco y, en el peor de ellos, sólo una comparación entre él y la superficial leyenda sobre alegres organilleros y vendedores de helado exagerados. No todos los italianos son alegres organilleros y muy pocos son parecidos a San Francisco. Una nación nunca es un tipo; casi siempre es una mezcla de dos o tres tipos más o menos identificables por sus rasgos generales. Santo Tomás fue de un cierto tipo que no es demasiado común en Italia, como que es común en italianos poco comunes.

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11 de Enero, San Higinio, Papa




l Martirologio Romano incluye a San Higinio en el número de los mártires, pero no existe ninguna prueba de su martirio. El Liber Pontificalis nos dice que era griego de nacimiento. La afirmación de que era filósofo se debe probablemente a una confusión con otro Higinio. Eusebio nos informa que el predecesor de este Papa murió durante el primer año del reinado del emperador Antonio Pío, lo cual significa, probablemente, que el pontificado de Higinio se extendió del año 138 al 142.

San Ireneo relata que en esa época, los heresiarcas Valentino y Cerdo se hallaban en roma y que produjeron gran agitación en la Iglesia, pero ignoramos las proporciones que tal agitación había tomado cuando Higinio murió.